¿Hasta dónde puede llegar la arqueología, y hasta dónde no, para revelar la figura fundamental del cristianismo?
Descubrir pruebas arqueológicas de un individuo concreto que vivió hace 2.000 años podría ser algo raro y excepcional, pero tampoco puede negarse que Jesús dejó una huella histórica.
“No conozco un solo experto de los círculos convencionales que ponga en entredicho la historicidad de Jesús” (según Eric Meyers, arqueólogo y profesor emérito de estudios judaicos de la Universidad Duke). “Los detalles se debaten desde hace siglos, pero nadie mínimamente serio pone en duda que haya sido un personaje histórico“. “No se me ocurre ningún otro caso que cuadre tan bien en su contexto temporal y espacial, pero cuya existencia se niegue“, (según Byron McCane, arqueólogo y profesor de historia de la Universidad Atlántica de Florida). “Cierto es que los relatos de los milagros de Jesús –curar enfermos con la palabra, dar de comer a las muchedumbres con unos pocos panes y peces, incluso resucitar a un hombre que llevaba cuatro días muerto– se atragantan a las mentes modernas, pero esto no es razón para concluir que Jesús de Nazaret fuese una fábula religiosa. Los datos de que hizo determinadas cosas en Galilea, en Jerusalén, que murió ejecutado… cuadran perfectamente en un escenario histórico muy concreto” (seg{un John Dominic Crossan, exsacerdote y codirector del Jesus Seminar).
La basílica de la Natividad es la iglesia cristiana más antigua todavía en uso, pero no todos los expertos están de acuerdo en que Jesús de Nazaret naciese en Belén. Solo dos de los cuatro Evangelios mencionan su nacimiento, y dan versiones distintas: el pesebre y los pastores aparecen en el de Lucas; los reyes magos, la masacre de los inocentes y la huida a Egipto, en el de Mateo. Hay quien cree que los evangelistas localizaron la Natividad en Belén para vincular al campesino galileo con la ciudad de Judea de la que, según la profecía del Antiguo Testamento, saldría el Mesías.
Jesús de Nazaret o “Jesús el nazareno” se crió en Nazaret, una pequeña aldea agrícola del sur de Galilea. Los expertos que conciben su figura en términos estrictamente humanos –como un reformador religioso, un revolucionario social o un profeta apocalíptico– indagan en las corrientes políticas, económicas y sociales de la Galilea del siglo I en busca de las fuerzas en juego que pudieron dar lugar al hombre y su misión. El factor más poderoso de aquel tiempo a la hora de conformar la vida en Galilea era el Imperio romano, que había sometido Palestina unos 60 años antes del nacimiento de Jesús. La inmensa mayoría de los judíos aborrecían el férreo dominio de Roma, con su fiscalidad tiránica y su religión idólatra. Muchos estudiosos ven razonable imaginar a Jesús, un joven artesano de la zona, trabajando en Séforis y cuestionándose los límites de la religión que sus mayores le habían inculcado. Eric y Carol Meyers, arqueólogos de la Universidad Duke, encontraron al menos 30 mikvés (baños rituales judíos), en el barrio residencial de Séforis: es la mayor concentración doméstica localizada hasta la fecha por los arqueólogos. Sumados a los recipientes de piedra ceremoniales y a la destacada ausencia de huesos de cerdo (cuya ingesta evitan los judíos que guardan la kashrut), constituyen una prueba clara de que incluso aquella ciudad imperial seguía teniendo una marcada identidad judía durante los años formativos de Jesús.
Una de las primeras paradas de Jesús fue Cafarnaún, un pueblo de pescadores de la orilla noroccidental de un gran lago de agua dulce llamado, para confusión de muchos, mar de Galilea. Allí Jesús conoció a los pescadores que se convertirían en sus primeros discípulos –Pedro y Andrés, que echaban las redes; Santiago y Juan, que las reparaban– y estableció su primera base de operaciones. Cuando en 1968 unos arqueólogos franciscanos excavaban por debajo de una estructura, descubrieron que se había erigido sobre los restos de una casa del siglo I.
Era la prueba de que una vivienda privada se había transformado en un foro de reunión pública en un espacio de tiempo muy ajustado.
En la segunda mitad del siglo I –apenas unas décadas después de la crucifixión de Jesús–, los bastos muros de piedra de aquella casa fueron enyesados y los utensilios de cocina dejaron paso a las lámparas de aceite, propias de un lugar de congregación. Los Evangelios apuntan que Jesús curó a la suegra de Pedro, que padecía unas fiebres, en la casa de esta en Cafarnaún. La noticia del milagro corrió como la pólvora y esa misma noche la suegra tenía a la puerta de su casa multitud de personas con algún padecimiento. Jesús sanó a los enfermos y expulsó los demonios de los poseídos.
Piscina ritual
En Jerusalén, narra el Evangelio según san Juan, Jesucristo sanó a un paralítico en una piscina ritual rodeada de cinco pórticos, la llamada piscina de Betesda. Muchos expertos dudaban de su existencia hasta que una excavación arqueológica descubrió claros vestigios de la misma bajo las ruinas de estas iglesias seculares.
Desde Cafarnaún hasta “el mar de Galilea” hacia el sur se llega a un kibutz que en 1986 fue escenario de un gran revuelo, y de una excavación de emergencia. Una grave sequía había disminuido de forma drástica el nivel del lago, y dos hermanos de la comunidad que buscaban monedas antiguas en el lecho expuesto distinguieron el sutil contorno de una embarcación. Los arqueólogos que la examinaron hallaron piezas de la época romana en su interior y al lado del casco. La datación por carbono-14 confirmó la edad de la barca: coincidía aproximadamente con la vida de Jesús. Aunque al principio se intentó ocultar el descubrimiento, la noticia de que había aparecido «la barca de Jesús» causó conmoción. Con unos ocho metros de eslora y dos de manga, podría dar cabida a 13 hombres (Jesús y sus doce apóstoles).
En 2004 Solana se construyó un retiro de peregrinos en Galilea, a orillas del lago. En 2009, ante el inicio de las obras, un equipo de arqueólogos de la Autoridad de Antigüedades de Israel se presentó en el lugar y hallaron para asombro general las ruinas soterradas de una sinagoga de la época de Jesús. Era la primera estructura de su género desenterrada en Galilea. El hallazgo era especialmente significativo porque refutaba de una vez por todas el argumento escéptico de que en Galilea no existieron sinagogas hasta varias décadas después de muerto Jesús.
Pese a divergir en el relato del nacimiento de Jesús, los cuatro Evangelios coinciden bastante al narrar su muerte. Habiendo llegado a Jerusalén para celebrar la Pascua, Jesús es llevado ante el sumo sacerdote Caifás y acusado de verter blasfemias y amenazas contra el Templo. Condenado a muerte por el gobernador romano Poncio Pilato, es crucificado en una colina fuera de las murallas de la ciudad y sepultado en las inmediaciones, en una tumba excavada en la roca. La ubicación tradicional de esa tumba, dentro de lo que hoy es la iglesia del Santo Sepulcro, se considera el lugar más sagrado de la cristiandad.