Cuentos cortos on line: “ANDRES”
Arnaldo MARTINEZ (® Copyright todos los derechos reservados) prohibida su copia sin autorización
Promediaba la década de los 80’s, Andrés se desperezaba antes de afrontar un nuevo día. A esta edad -setenta y nueve años recién cumplidos- la palabra más apropiada era afrontar ya que los músculos, articulaciones y huesos podían jugarle a uno una mala pasada.
Era un día típico de neblina y llovizna en el pueblo de 12 habitantes en el que Andrés vivía en el centro de Galicia. Pocos habían sido los habitantes que habían quedado en el pequeño villorio y la mayoría de ellos sobrepasaban los 75 años, siendo los más jóvenes, los orgullosos Manolo y Esteban que contaban con 74 años.
Del que otrora había sido el “Bar” y era la actual casa de Andrés sólo quedaba un cartel oxidado y ruinoso que en letras marrones y sobre un fondo amarillento designaban la finalidad del comercio sito en la actual morada de Andrés.
La monotonía de la rutina diaria era algo que Andrés agradecía.
Atrás había quedado Pepa, su novia de la juventud que había zarpado hacia las Américas en barco casi 60 años atrás junto con su familia perseguida en la época del franquismo.
Andrés nunca había sido del agrado de los padres de Pepa. Su educación católica y su conducta conservadora había sido un obstáculo en la relación y ello había sido el detonante para que el hermano de Pepa le haya hecho ir a buscar el famoso “gazpacho” veinte minutos antes de la partida del buque en el que escapaban –y en el cual Andrés también rumbeaba hacia la América siguiendo a su amor Pepa-, y que hiciera que perdiera el barco quedándose sin su amor, sin la familia que no lo quería y sin conocer “las Américas”.
Quizás el destino así lo había querido. El destino quizás había decidido que nunca abandonara la Península y que se quedara soltero hasta el día de hoy. Enfrasacado estaba en estos pensamientos cuando una voz aflautada lo sobresaltó y lo hizo volver a la realidad.
“Holas!”- dijo la voz con un tono más agudo que el de cualquier hombre que hubiera escuchado jamás.
“Venimos de Madrid, estábamos recorriendo su pueblecillo; que tiene para tomar?- Preguntó la voz aflautada.
Los acompañantes de la voz cantante parecían tan estrafalarios en su vestimenta como el que hablaba. A Andrés le costaba hacerse la idea que sus interlocutores pertenecían al género masculino.
“El bar está cerrado”- contestó de mal talante.
“Hombre, vamos que hemos hecho un largo viaje. Algo debe tener para ofrecernos”.-
La frustración acumulada durante años en una persona puede filtrarse en cualquier momento, sobretodo cuando una grieta que aparece deja abierta la ocasión para que esa presión pueda salir por allí. Esto hizo a Andrés pergeñar un plan que involucraba a los recién llegados.
“Tengo gazpacho”- contestó lacónicamente.
“Que bien! Gazpacho gallego! Venga entonces! Gazpacho para todos”- dijo el joven afeminado.
Andrés fue al fondo de su casa, y buscó los tomates que habían alcanzado un estado de podredumbre fenomenal pero que debido a su falta de olfato le era totalmente indiferente, y que se encontraban en el piso de su sucia cocina junto a la basura. Agarró otra cebolla maloliente que había quedado de la última vez que había ido al mercado en el pueblo que se encontraba a 15 kilómetros de allí, unos pepinos también en mal estado y comenzó el escatológico preparado.
Los parroquianos comenzaron a beber el brebaje al que el dueño del establecimiento había denominado “gazpacho”. Al principio como sedientos beduinos que recién llegan de una larga travesía por el desierto. Pero al poco tiempo con más lentitud y mirándose unos a otros como si lo que hubieran estado ingiriendo no era lo que habitualmente se conoce como gazpacho. El próximo estadio en la ingesta dio lugar a gestos de desagrado, pero que atento a la presencia del dueño se transformó en muecas de asombro y casi incredulidad.
Uno de los parroquianos comentó: “Pero venga hombre, que gusto extraño tiene este gazpacho!”-. No terminó de decir esto que de sus compañeros habló por primera vez y exclamó: “Necesito un retrete!”. El que se encontraba a su lado comenzó a tomarse el vientre mientras se doblaba hacia delante y gritaba “Me muero!”. El que había comenzado la conversación y había pedido el gazpacho también daba muestras de haber sido afectado por la pócima y sólo llegó a decir “Pero tío estas loco, que es esto que nos has dado…?”.
Andrés no pudo contener más la risa y soltó entre rabioso y alegre (por primera vez en casi 60 años): “Joder maricones, a ver si aprenden para qué sirve el culo!”.
Esa noche le fue difícil conciliar el sueño a Andrés. Había un bullicio extraño en la calle, cosa que jamás había ocurrido. Salvo cuando fallecía alguno de los habitantes del pequeño villorio. Vio luces y una especie de jarana que distaba mucho de ser lo que hubiera sido un velorio. “Que será todo este batifondo?” – pensó. Se calzó las pantuflas y con el gorro de pompón puesto salió a la calle. Mayúscula fue su sorpresa al encontrar a más invertidos en la vía pública alternando con los pobladores como viejos amigos. Así, vio a Manolete, “el joven” que se dirigía a su casa con algo en los bolsillos e intentó acercársele sin ser advertido por los forasteros. “Oye, ey Manolo!”. La sordera del “joven” impidió que el contacto fuera instantáneo. Sin embargo, al parapetársele enfrente, Manolo enseguida reconoció a su vecino. “Manolo, que traes? Que pasa que haces hablando con esa cofradía de invertidos?” – dijo Andrés.
“Andrés, Andrés, esos tíos me han dado cinco mil euros!” – dijo Manolo.
“Pero porqué Manolo? Que te han pedido?”-
“Nada Andrés, me han pedido permiso para pintar el frente de mi casa de color rosado”- dijo Manolo.
“Y por eso sólo te ha dado cinco mil euros???” – preguntó sorprendido Andrés.
“Es que dicen que van a transformar nuestro pueblo en una aldea de humusexuales o algo así me han dicho…”- contestó Manolo.
“Quéee?”- preguntó sorprendido Andrés.
Cerca de allí, Andrés vio a Rosendo, un octogenario que también andaba con un cheque en la mano. “Psst! Psst! Rosendo, aquí!. Ven!”
Rosendo, con su andar cansino, se dirigió hacia Andrés a quien notaba afiebrado. “Andrés, pero, estas bien? Parece que hubieras visto a Lucifer hombre…!” – dijo Rosendo.
“A ti también te han ofrecido dinero esos maricas?”- preguntó indignado Andrés.
“Ah, eso!” – dijo Rosendo. “Si, hombre cinco mil euros, ni más ni menos.”
“Pero que van a transformar nuestro pueblo en un pueblo de homosexuales??” gritó Andrés.
“Es que así me ha dicho el muchacho. Ah, estos jóvenes de ahora, sí que son modernos, raros o como se llame….!” – Exclamó Rosendo.
“Pero tu aceptas que nuestro pueblo se transforme en lo que quieren estos maricas???” – preguntó indignado Andrés.
“Es que cinco mil euros no está nada mal hombre: Acaso tu los tienes? Y por sólo pintar mi casa de rosado, no le veo lo malo Andrés…” – dijo tranquilo Rosendo.
“Pero nos van a llamar homosexuales, tío!” seguía con su excitación Andrés. “Yo a esta altura de mi vida no puedo permitir eso. Si a ti no te va un coño, pues a mi si, y se las voy a hacer difícil, joder, como que me llamo Andrés!” – prosiguió con su oda Andrés.
Dejando ya a Rosendo logró a acercarse a algunos de los jóvenes que estaban conversando para intentar golpearlos o hacer algo por su dignidad. Acercándose lentamente pudo escuchar algo que suspendió momentáneamente su frenesí golpeador.
“Pasado mañana vendrán los medios. Esto va estar que explota, tío” – decía uno de los tiernos jóvenes. “Será el Gay Parade más grande de toda España.”
“La mayor fiesta de maricas de la Península, sí!” – asintió el otro.
“Así que eso estaban tramando…”, pensó Andrés. La mayor fiesta de invertidos y, precisamente, en su pueblo. Su cerebro comenzó a funcionar vertiginosamente. Tendría el día de mañana para ir al pueblo y comprar algunas de las cosas que necesitaba. Si algo le había quedado de su único noviazgo, eran las bombas caseras que armaba quien hubiera sido su cuñado cuando era un rojo y se escondía en los bosques preparando los ataques contra el ejército franquista.
Todos los medios de España, habían llegado al pueblo de Andrés. Nunca se había visto tanto trajín ni alboroto en trescientos kilómetros a la redonda. Pero no sólo todo era bullicio, sino que un arco iris de colores animaban el típico verde y gris de la Geografía Gallega.
Los jóvenes habían tenido razón. Cientos de gays de todas las comunidades españolas habían concurrido a aquel ignoto pueblo de Galicia para el mayor “Gay Parade” en la historia del Norte de España.
La noticia era como caviar con Pommery para un bon vivant. Era un notición un evento periodístico desde todo punto de vista. El primer pueblo gay en el Norte de España. La Tve, diarios como El País, ABC, radios, todos estaban ahí.
Andrés ya había preparado su artefacto explosivo. La carroza que habían armado los jóvenes iba a volar en mil pedazos. Había colocado una mecha lo suficientemente larga para no salir herido cuando fuera la explosión.
Entre tanto ajetreo y gente alocada la prendió y así en su mente se dijo “adiós pueblo de invertidos…”.
Travestis y transexuales, habían llegado de todos los puntos de España apoyando la iniciativa y esto mareó a Andrés quien no estaba acostumbrado a este tipo de personajes.
Empezaba a disfrutar el momento. La voladura de estos afeminados iba a ser televisada en cadena nacional. Si de algo iba a servir esto, era para que ningún otro sujeto con ideas raras los vuelva a molestar.
Aprenderían la lección.
Volviendo a focalizarse en su debut como terrorista y poniendo toda su energía en su primer atentado, encendió la mecha. Ya no había vuelta atrás.
El joven que había sufrido la descompostura en el bar de Andrés, estaba hablando a los medios, explicando la algarabía del momento. El logro que resultaba para ellos tener un pueblo gay, las cifras que había invertido el consorcio inmobiliario. La futura construcción de quinientas casas pintadas de rosa para todos los gays de la Nación que quisieran vivir libres de discriminación.
Uno de los periodistas preguntó que quien era el Alcalde del pueblo. El joven mirando hacia la carroza reconoció al viejo que les había preparado el gazpacho envenenado. Ahí nomás espetó. “El, El es nuestro Alcalde!”. Los otros jóvenes que habían también sido víctimas del gazpacho putrefacto de Andrés enseguida también reconocieron al viejo, y se unieron a coro al unísono. “El es nuestro Alcalde! Viva el Alcalde!”.
Sin darle tiempo a reaccionar levantaron a Andrés en andas quien se vio sorprendido y en una fracción de segundo ya estaba en el aire sin ningún poder de reacción.
Los medios filmaban a Andrés quien no podía disfrutar de su fama, al ser arrojado por los aires al grito de “Viva nuestro Alcalde”. Cuando pudo reaccionar, sólo intentó dar unas patadas y gritar: “Nooooooo..!”.
“Suban al Alcalde a la carroza” sugirió otro. “A la carroza!!!”, siguió al coro de voces. Andrés, no se podía zafar, decenas de manos manipulaban su humanidad y lo colocaban en la carroza explosiva.
El estruendo se oyó varios kilómetros a la redonda. La carroza voló por los aires. La muchedumbre de jovencitos gays, travestis, y transexuales también corrió la misma suerte. Si inicialmente el gay parade había sido un notición para los medios, la voladura de la carroza y la cantidad de heridos había magnificado en grado exponencial el valor de la noticia.
El País se animó a titular: “La derecha intolerante provoca atentado en desfile gay”. Un periódico amarillista de Oviedo publicó la foto de Andrés en andas en su portada y tituló a la misma: “Mariposas realizan su primer vuelo pero se olvidan de las alas”. Un grupo desconocido etarra se autoadjudicó la voladura pero enseguida fue desmentido por la cúpula de la organización.
Andrés sobrevivió con magulladuras y quemaduras en todo el cuerpo. Los jóvenes que lo habían nombrado “Alcalde” estaban internados en la misma habitación. Seis camas con seis personas con diversas quemaduras, contusiones, alguno con una fractura. Lejos quedaban los colores, el rimel, las sombras, las pestañas postizas. Uno de los jóvenes le dijo a Andrés: “Tu la has ligado sin comerla ni beberla. La derecha en este país es terrible”.
Tres meses después Andrés golpeó la puerta de la casa de su prima a quien no veía desde hace casi veinte años.
Ella vivía en un pueblito similar al de Andrés, 30 kms al oeste de donde él vivía. Un apacible pueblito con no más de 20 habitantes.
Ella, sorprendida como estaba de verlo no pudo contener el bombardeo de preguntas: “Vaya, me visita un Alcalde ¿Cómo te encuentras Andrés? Qué te han hecho esos malditos franquistas? No sabia que te dedicabas a esos menesteres?” Luego de contestadas algunas preguntas pero sin dar mayores detalles Andrés explicó que había vendido su casa a los jóvenes y que ahora necesitaba una casa para recuperar el tiempo perdido de no ver a su prima. Esto contentó a la prima quien sin hacer mayores preguntas le dijo que podía quedarse allí esa noche y que al día siguiente comenzarían con la búsqueda.
La charla por la noche con su prima lo sorprendió. Ella le dijo que estaba cansada de vivir sola y que le vendería la casa a Andrés así podría viajar a Tarragona, donde vivía su hijo y así ver a su nieto.
A Andrés le pareció buena idea, tanto que decidieron concurrir al día siguiente a la Notaría y formalizar el acuerdo.
La casa le sentaba bien a Andrés. Las dos habitaciones estaban bien pintadas y mantenidas a diferencia de su anterior casa.
Andrés, se despertó con las primeras luces del día. Extrañaba su vieja cama.
De repente, sucedió lo inesperado. Una voz conocida. Un tumulto de mujeres en la calle, nuevamente los medios.
Logró asomar la nariz entre las cortinas y una periodista le golpeó la ventana. Salió a ver que sucedía. La pregunta lo dejó helado “qué pensaba de vivir en lo que sería el primer pueblo lésbico de España”….