LA SUERTE ESTA ECHADA (Cuento corto on line)

La suerte está echada

 Arnaldo MARTINEZ es abogado (UBA, 1997) y Procurador (CSJN año 1995) y MBA (Máster en Administración y Dirección de Empresas, Univ. Isabel I de Burgos, España). Tiene un MBA Máster en Dirección y Administración de Empresas(Univ. Isabel I de Castilla, Burgos, España 2017-2018). Es Especialista en Asesoramiento Empresario (UMSA 2011-2013). Tiene una Certificación de la Universidad de Harvard (USA) en “Justice” (“Justicia”, año 2018), una Diplomatura en Derecho Privado (UAI 2015), y finalizó sus estudios con la Universidad de Oxford en Comprensión del Desarrollo Económico y en sus pasatiempos escribe cuentos como este.

Arnaldo MARTINEZ (www.arnimartinez.com) Todos los derechos reservados ©

   – I –

Año 2014: Saira no quería mirarse al espejo. De la bella muchacha que había sido no quedaba casi nada.

De repente había envejecido casi 70 años. Quien hubiera dicho que esa chica que hasta ayer podía hacer girar la vista de cualquier hombre, hoy parecía una anciana deformada y repugnante a la vista.

No preguntes”. Esa había sido la respuesta de su familia cuando Saira a los 5 años había preguntado que había pasado con su tía, Anusha, quien hasta el día anterior había sido su compañera de juegos.

Cuando la tía Anusha había aparecido nuevamente en la casa familiar años atrás, las cosas ya no eran como antes. Nadie se atrevía a mirarla a los ojos y sus padres de pronto habían dejado de hablarle. Además del cambio que había sufrido en su rostro que la hacían parecer más a su “abuelita” –tal como Saira llamaba a su bisabuela- Anusha era una carga, era alguien molesto, era lo que Saira era ahora: una muerta en vida.

    – II –

Año 2013: Mohammad se paseaba por el centro de Khoi Ratta, un pueblito de cien mil personas a 165 kms. de Islamabad, capital de Pakistán. Hace unos días había sido el festival de Baisakhi. Cientos de personas había venido de los pueblos cercanos a disfrutar de este evento en el que se realizaban torneos de destreza, los campesinos agricultores exhibían sus productos y sus animales. Ya había rezado temprano por la mañana y pronto llamarían para el nuevo rezo.

De pronto, le llamó atención un ruido que vino desde una carreta que vendía frutas en la calle. La base de la carreta había cedido y había producido un gran ruido desparramando toda la fruta por la calle de tierra, pero no sólo había ocurrido eso.

Justo pasaba por allí una muchacha desafortunada a la cual el peso de la base de la carreta que había cedido, le aplastó el pie.

El grito de dolor quiso ser sofocado por la propia víctima del accidente con tanta mala suerte que al levantar la mano, hizo que la tela del velo (“hiyab”) que cubría su rostro se desplazara dejando a la vista su rostro.

El dolor fue tal que hizo olvidar tamaño pecado a la niña, la cual no pasaría de los 14 años. Mohammad corrió a ayudarla, pero al acercarse casi se le sale el corazón por la boca. La muchacha era la cosa más bella que había visto en sus 27 años de vida. Agradeció a Alá lo que estaba presenciando y tan absorto estaba en su contemplación que todos sus movimientos de levantar la pesada carreta, apoyándola en un lugar firme y ayudar a la joven eran mecánicos.

La chica alcanzó a musitar un “gracias” en urdu mientras lágrimas de dolor resbalaban por sus mejillas. Mohammad se ofreció a acompañarla a su casa ya que la niña no podía apoyar el pie, pero esta propuesta fue rechazada por la niña quien se apresuró a cubrirse el rostro e intentar huir de ese lugar.

Mohammad no podía razonar, solo atinó a seguir a la niña que cojeaba presurosa y lloraba bajo el velo que cubría su rostro.

La niña recorrió tres calles bajo la atenta mirada de Mohammad y golpeó en la puerta de madera de una casa humilde. Nadie respondía a la niña por lo que Mohammad no pudo reprimir un impulso y acercarse.

  • ¿Como te llamas?”- Le preguntó.

La chica dio un grito de terror ante esta súbita aparición y golpeó aún con mayor fuerza la puerta.

  • No tengas miedo”- intentó calmarla Mohammad.

Nadie respondía desde adentro. Mohammad podía percibir el terror que estaba sintiendo la chica pero su instinto animal lo hacía quedarse al lado de ella y animarse a aún más.

  • Eres lo más hermoso que he visto en mi vida”- le dijo.

Otro nuevo grito de terror de la chica, lo silenció esta vez junto con la aparición en la puerta de un hombre de unos 100 kilos aproximadamente quien comenzó a proferir insultos en urdu.

   – III – 

Mohammad no salía de su excitación aún. Habían pasado tres días desde su encuentro con esa deidad femenina que lo había desvelado y desatado una sensualidad y un erotismo en su humanidad que nunca antes había sentido.

Se paseaba en su bicicleta cuando reconoció la ropa y el velo que tanto lo habían desvelado. Apuró el andar de su bicicleta y se puso al lado de la chica que iba junto con otras dos chicas más jóvenes aún que ella.

De nuevo el grito de terror ya conocido. Ella lo había reconocido, pero esta vez no intentó esquivar su mirada. Mohammad podía adivinar que debajo del velo había unos ojos que lo escrutaban.

  • “Te acuerdas de mi?”-

Ella giró su cabeza en lado opuesto a él y siguió caminando.

  • Hoy seguro que estás más bella que el primer día que te vi”- Una sonrisita apenas audible se escapó de los labios de Saira. Mohammad sintió que ganaba confianza. –“¿Quieres ir algún día a Bahees Naraha? Allí hay unos arroyos muy bonitos”-
  • Como quieres que me escape? Estás loco?”- dijo Saira sin girar la cabeza.

Los niños comenzaron a ponerse nerviosos. No se suponía que Saira hablara con un extraño y menos con un hombre.

– Cuando tu padre no esté, tu me avisas y yo te llevaré”-. Dijo Mohammad con nerviosismo y un estado de agitación que no podía controlar.

– Eres muy atrevido”.- Dijo Saira apenas pudiendo disimular una sonrisa.

De repente, lo impensable. Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos. El padre de Saira empujó a Mohammad con fuerza haciéndolo caer y en el mismo acto agarró a Saira del brazo con una fuerza descomunal.

Saira, solo pudo atinar a decir: “no” pero enseguida recibió una bofetada cuyo efecto traspasó el velo y le produjo un dolor intenso en la mejilla izquierda y los dientes. Después sólo fue el comienzo del infierno. Fue arrastrada por la polvorienta calle hasta su humilde casa, golpeándose con cada imperfección del suelo y obstáculo que se encontrara en el camino. El dolor era cada vez más intenso. Entre tanto dolor pudo apenas escuchar la voz de Mohammad que decía “No! Ella no hizo nada”.

El padre abrió la puerta de la casa y lanzó a Saira adentro contra una mesa. La madre de Saira comenzó a maldecir en urdu y llamarla: -“Prostituta! Prostituta! Eres la deshonra de esta familia! Desde niña eres una prostituta! Te hemos conseguido un buen marido y tu te paseas por ahí hablando con cualquier idiota!”-

Saira no podía hablar, tenía miedo a lo que podía venir. El nudo en su garganta no le permitía emitir sonido alguno, solo una intensa sofocación ahogaba cualquier pensamiento o palabra. Las lágrimas no cesaban de caer sobre su rostro y de repente un poco de aire acarició su rostro.

Por primera vez veía a su padre a los ojos, sin el velo puesto. El padre tenía un vaso en su mano, la madre contemplaba ahora en silencio la escena.

Saira sabía lo que iba a pasar. Alcanzó a emitir un grito agudo que se escuchó en el vecindario mientras el ácido desfiguraba su rostro. El dolor era más que intenso, sangre, partes de carne. Mientras caían, las partes de su cuerpo salpicaban el cuarto. El ácido también salpicó sus brazos y sus manos que fueron alcanzados mientras Saira intentaba protegerse. Ya nada podía hacer. Saira cayó desmayada.

  – IV –

Año 2015: ASF (Acid Survivors Foundation, Fundación para sobrevivientes al ácido) una ONG que ayudaba a las víctimas mujeres sobrevivientes de ataques de ácido por parte de sus familias eligió a Saira como ejemplo para mostrar a occidente los horrores de estas costumbres en algunos países musulmanes e hindúes. Saira, sin dudas, tuvo mejor suerte que las casi 2000 mujeres que anualmente son víctimas de estos ataques por negarse a casarse con los hombres que eligen sus familias o por querer divorciarse de estos.

Saira fue tapa de la revista TIME ya que se le iba a realizar una cirugía reparadora para que pueda comenzar una nueva vida en Occidente. Un llamado anónimo había alertado a la revista que “volarían en mil pedazos” si publicaban la nota y, en especial, si Saira era tapa de la revista. El FBI vigiló la redacción del edificio los días anteriores y pudo salir a la calle agotando esa edición.

En días posteriores, Saira fue sometida a una cirugía reparadora que pudo recomponer parcialmente su rostro, devolviéndole algo de la belleza que nunca pudo mostrar en su país.

Desde que salió de la cirugía, un muchacho aparecía mágicamente en la puerta del Bellevue Hospital Center en Manhattan -donde Saira se realizaba las curaciones y hacía rehabilitación- y se ofrecía a acompañarla las 10 cuadras que había entre el Hospital y el Depto que ASF le había conseguido temporariamente en East 31st Street y Madison Avenue.

Al principio, Elka, una de las asistentes de ASF no permitía al muchacho acercarse a Saira, pero ante su insistencia y ver que a Saira no le incomodaba su presencia, fue cediendo en su tarea de “protectora”.

El muchacho quien se presentaba asimismo como “Mark” era un pelirrojo de ojos verdes, bastante bien parecido que le prodigaba sonrisas a Saira y decía algunas palabras mal pronunciadas en urdu lo que provocaban alguna sonrisita en el rostro recién operado de Saira.

Esta situación se fue repitiendo día a día y Elka –que era descendiente de iraníes y conocía el urdu- al ver a Saira contenta con la aparición de este muchacho, llegó a decirle: -“A este paso parece que tu admirador quiere pasar al siguiente nivel“-. “¿Y qué significa eso?”- preguntó Saira, quien empezaba a tomar clases de inglés.- “Que te va a invitar a salir, para luego ser tu novio”-.

Saira se sobresaltó, aunque internamente no le disgustaba la idea, un sentimiento de añoranza le hizo recordar a Mohammad, pero enseguida el pensamiento de que aquella vida ya había sido dejada atrás, la hizo olvidar –no sin tristeza- a Mohammad.

En los días siguientes, a Mark le fue permitido el acceso al departamento que ocupaba Saira bajo la supervisión de Elka, quien a su vez llevó a su novio para hacer la velada más agradable y no tan tensa.

Mark cayó muy bien a la pareja de Elka, y Saira no podía ocultar que era feliz con Mark allí.

El gran acontecimiento ocurrió la semana siguiente. Elka acompañó a Saira a la casa de Mark en East Elmhurst cerca del Aeropuerto de La Guardia en New York. La casa de Mark, tenía un gran número de objetos orientales que hacían sentir a Saira mucho más a gusto aún que en su propio departamento. Elka viendo que su protegida estaba cómoda, los dejó solos a los 15 minutos de llegar con el compromiso de que volvería a buscar a Saira en unas 3 horas.

Saira agradecía a Alá esta nueva oportunidad que había tenido, rogaba por sus hermanitos y pedía y deseaba que su tía Anusha hubiera tenido una suerte similar a la de ella.

Los encuentros se siguieron sucediendo hasta que, una noche, Mark invitó a Saira a pasar la noche con él.

Esa noche iba a ser la primer noche que Saira dormiría en la casa de Mark. Con sólo 15 años, pensaba que ya estaba preparada (en su pueblo a esa edad las chicas ya podían haber tenido uno o dos hijos).

  – V –

La policía irrumpió en la casa de 98th Street y 24 Avenue en East Elmhurst. El examen de ADN encontrado en el cuerpo de Amira Al Awadi había coincidido con el ADN de Mark Sellers. El New York Police Department, luego de 4 meses de seguimiento e investigación, al fin había podido dar con “El Sheik”, el asesino serial que mataba a mujeres jóvenes musulmanas.

El cuerpo de Amira Al Awadi había sido el último en aparecer, degollada y previamente violada.

A pesar de las previsiones del agresor para que no se descubriera su identidad genética, pelos color zanahoria habían sido encontrados en el cuerpo de la víctima y coincidían con el ADN de Mark. El FBI había comenzado a seguir a Mark un par de semanas antes; ello, al existir el mismo patrón de actuación con relación a la desaparición de chicas musulmanas en otros estados de la costa este de los Estados Unidos.

Mark había sido el segundo hijo de la familia Sellers. Era un jovencito retraído y ensimismado que sólo tenía pasatiempos como coleccionar muñecos y admiraba con devoción a su hermano mayor. Su hermano mayor, Eric, quien había sido Marine había fallecido en la Guerra del Golfo y -por lo que luego se supo- había sido asesinado por una mujer bomba en un ataque suicida en las afueras de Bagdad.

La familia Sellers había consultado con psicólogos por el retraimiento de Mark luego del fallecimiento de su hermano, así como por el comienzo de una obsesión del mismo con relación al Islam.

Encontraron a Mark en casa con las valijas hechas y a punto de abandonar el lugar que había alquilado semanas antes.

Mark no opuso resistencia. Su rostro reflejaba resignación y transmitía la sensación de que la suerte estaba echada.

Al llegar al jardín posterior de la casa, encontraron tierra recién removida y partes del cadáver de una jovencita recién enterrado.

Evidentemente, “El Sheik” se deshizo de otra de sus chicas nuevamente…..