LA SUERTE ESTA ECHADA (Cuento corto on line)

La suerte está echada

 Arnaldo MARTINEZ es abogado (UBA, 1997) y Procurador (CSJN año 1995) y MBA (Máster en Administración y Dirección de Empresas, Univ. Isabel I de Burgos, España). Tiene un MBA Máster en Dirección y Administración de Empresas(Univ. Isabel I de Castilla, Burgos, España 2017-2018). Es Especialista en Asesoramiento Empresario (UMSA 2011-2013). Tiene una Certificación de la Universidad de Harvard (USA) en “Justice” (“Justicia”, año 2018), una Diplomatura en Derecho Privado (UAI 2015), y finalizó sus estudios con la Universidad de Oxford en Comprensión del Desarrollo Económico y en sus pasatiempos escribe cuentos como este.

Arnaldo MARTINEZ (www.arnimartinez.com) Todos los derechos reservados ©

   – I –

Año 2014: Saira no quería mirarse al espejo. De la bella muchacha que había sido no quedaba casi nada.

De repente había envejecido casi 70 años. Quien hubiera dicho que esa chica que hasta ayer podía hacer girar la vista de cualquier hombre, hoy parecía una anciana deformada y repugnante a la vista.

No preguntes”. Esa había sido la respuesta de su familia cuando Saira a los 5 años había preguntado que había pasado con su tía, Anusha, quien hasta el día anterior había sido su compañera de juegos.

Cuando la tía Anusha había aparecido nuevamente en la casa familiar años atrás, las cosas ya no eran como antes. Nadie se atrevía a mirarla a los ojos y sus padres de pronto habían dejado de hablarle. Además del cambio que había sufrido en su rostro que la hacían parecer más a su “abuelita” –tal como Saira llamaba a su bisabuela- Anusha era una carga, era alguien molesto, era lo que Saira era ahora: una muerta en vida.

    – II –

Año 2013: Mohammad se paseaba por el centro de Khoi Ratta, un pueblito de cien mil personas a 165 kms. de Islamabad, capital de Pakistán. Hace unos días había sido el festival de Baisakhi. Cientos de personas había venido de los pueblos cercanos a disfrutar de este evento en el que se realizaban torneos de destreza, los campesinos agricultores exhibían sus productos y sus animales. Ya había rezado temprano por la mañana y pronto llamarían para el nuevo rezo.

De pronto, le llamó atención un ruido que vino desde una carreta que vendía frutas en la calle. La base de la carreta había cedido y había producido un gran ruido desparramando toda la fruta por la calle de tierra, pero no sólo había ocurrido eso.

Justo pasaba por allí una muchacha desafortunada a la cual el peso de la base de la carreta que había cedido, le aplastó el pie.

El grito de dolor quiso ser sofocado por la propia víctima del accidente con tanta mala suerte que al levantar la mano, hizo que la tela del velo (“hiyab”) que cubría su rostro se desplazara dejando a la vista su rostro.

El dolor fue tal que hizo olvidar tamaño pecado a la niña, la cual no pasaría de los 14 años. Mohammad corrió a ayudarla, pero al acercarse casi se le sale el corazón por la boca. La muchacha era la cosa más bella que había visto en sus 27 años de vida. Agradeció a Alá lo que estaba presenciando y tan absorto estaba en su contemplación que todos sus movimientos de levantar la pesada carreta, apoyándola en un lugar firme y ayudar a la joven eran mecánicos.

La chica alcanzó a musitar un “gracias” en urdu mientras lágrimas de dolor resbalaban por sus mejillas. Mohammad se ofreció a acompañarla a su casa ya que la niña no podía apoyar el pie, pero esta propuesta fue rechazada por la niña quien se apresuró a cubrirse el rostro e intentar huir de ese lugar.

Mohammad no podía razonar, solo atinó a seguir a la niña que cojeaba presurosa y lloraba bajo el velo que cubría su rostro.

La niña recorrió tres calles bajo la atenta mirada de Mohammad y golpeó en la puerta de madera de una casa humilde. Nadie respondía a la niña por lo que Mohammad no pudo reprimir un impulso y acercarse.

  • ¿Como te llamas?”- Le preguntó.

La chica dio un grito de terror ante esta súbita aparición y golpeó aún con mayor fuerza la puerta.

  • No tengas miedo”- intentó calmarla Mohammad.

Nadie respondía desde adentro. Mohammad podía percibir el terror que estaba sintiendo la chica pero su instinto animal lo hacía quedarse al lado de ella y animarse a aún más.

  • Eres lo más hermoso que he visto en mi vida”- le dijo.

Otro nuevo grito de terror de la chica, lo silenció esta vez junto con la aparición en la puerta de un hombre de unos 100 kilos aproximadamente quien comenzó a proferir insultos en urdu.

   – III – 

Mohammad no salía de su excitación aún. Habían pasado tres días desde su encuentro con esa deidad femenina que lo había desvelado y desatado una sensualidad y un erotismo en su humanidad que nunca antes había sentido.

Se paseaba en su bicicleta cuando reconoció la ropa y el velo que tanto lo habían desvelado. Apuró el andar de su bicicleta y se puso al lado de la chica que iba junto con otras dos chicas más jóvenes aún que ella.

De nuevo el grito de terror ya conocido. Ella lo había reconocido, pero esta vez no intentó esquivar su mirada. Mohammad podía adivinar que debajo del velo había unos ojos que lo escrutaban.

  • “Te acuerdas de mi?”-

Ella giró su cabeza en lado opuesto a él y siguió caminando.

  • Hoy seguro que estás más bella que el primer día que te vi”- Una sonrisita apenas audible se escapó de los labios de Saira. Mohammad sintió que ganaba confianza. –“¿Quieres ir algún día a Bahees Naraha? Allí hay unos arroyos muy bonitos”-
  • Como quieres que me escape? Estás loco?”- dijo Saira sin girar la cabeza.

Los niños comenzaron a ponerse nerviosos. No se suponía que Saira hablara con un extraño y menos con un hombre.

– Cuando tu padre no esté, tu me avisas y yo te llevaré”-. Dijo Mohammad con nerviosismo y un estado de agitación que no podía controlar.

– Eres muy atrevido”.- Dijo Saira apenas pudiendo disimular una sonrisa.

De repente, lo impensable. Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos. El padre de Saira empujó a Mohammad con fuerza haciéndolo caer y en el mismo acto agarró a Saira del brazo con una fuerza descomunal.

Saira, solo pudo atinar a decir: “no” pero enseguida recibió una bofetada cuyo efecto traspasó el velo y le produjo un dolor intenso en la mejilla izquierda y los dientes. Después sólo fue el comienzo del infierno. Fue arrastrada por la polvorienta calle hasta su humilde casa, golpeándose con cada imperfección del suelo y obstáculo que se encontrara en el camino. El dolor era cada vez más intenso. Entre tanto dolor pudo apenas escuchar la voz de Mohammad que decía “No! Ella no hizo nada”.

El padre abrió la puerta de la casa y lanzó a Saira adentro contra una mesa. La madre de Saira comenzó a maldecir en urdu y llamarla: -“Prostituta! Prostituta! Eres la deshonra de esta familia! Desde niña eres una prostituta! Te hemos conseguido un buen marido y tu te paseas por ahí hablando con cualquier idiota!”-

Saira no podía hablar, tenía miedo a lo que podía venir. El nudo en su garganta no le permitía emitir sonido alguno, solo una intensa sofocación ahogaba cualquier pensamiento o palabra. Las lágrimas no cesaban de caer sobre su rostro y de repente un poco de aire acarició su rostro.

Por primera vez veía a su padre a los ojos, sin el velo puesto. El padre tenía un vaso en su mano, la madre contemplaba ahora en silencio la escena.

Saira sabía lo que iba a pasar. Alcanzó a emitir un grito agudo que se escuchó en el vecindario mientras el ácido desfiguraba su rostro. El dolor era más que intenso, sangre, partes de carne. Mientras caían, las partes de su cuerpo salpicaban el cuarto. El ácido también salpicó sus brazos y sus manos que fueron alcanzados mientras Saira intentaba protegerse. Ya nada podía hacer. Saira cayó desmayada.

  – IV –

Año 2015: ASF (Acid Survivors Foundation, Fundación para sobrevivientes al ácido) una ONG que ayudaba a las víctimas mujeres sobrevivientes de ataques de ácido por parte de sus familias eligió a Saira como ejemplo para mostrar a occidente los horrores de estas costumbres en algunos países musulmanes e hindúes. Saira, sin dudas, tuvo mejor suerte que las casi 2000 mujeres que anualmente son víctimas de estos ataques por negarse a casarse con los hombres que eligen sus familias o por querer divorciarse de estos.

Saira fue tapa de la revista TIME ya que se le iba a realizar una cirugía reparadora para que pueda comenzar una nueva vida en Occidente. Un llamado anónimo había alertado a la revista que “volarían en mil pedazos” si publicaban la nota y, en especial, si Saira era tapa de la revista. El FBI vigiló la redacción del edificio los días anteriores y pudo salir a la calle agotando esa edición.

En días posteriores, Saira fue sometida a una cirugía reparadora que pudo recomponer parcialmente su rostro, devolviéndole algo de la belleza que nunca pudo mostrar en su país.

Desde que salió de la cirugía, un muchacho aparecía mágicamente en la puerta del Bellevue Hospital Center en Manhattan -donde Saira se realizaba las curaciones y hacía rehabilitación- y se ofrecía a acompañarla las 10 cuadras que había entre el Hospital y el Depto que ASF le había conseguido temporariamente en East 31st Street y Madison Avenue.

Al principio, Elka, una de las asistentes de ASF no permitía al muchacho acercarse a Saira, pero ante su insistencia y ver que a Saira no le incomodaba su presencia, fue cediendo en su tarea de “protectora”.

El muchacho quien se presentaba asimismo como “Mark” era un pelirrojo de ojos verdes, bastante bien parecido que le prodigaba sonrisas a Saira y decía algunas palabras mal pronunciadas en urdu lo que provocaban alguna sonrisita en el rostro recién operado de Saira.

Esta situación se fue repitiendo día a día y Elka –que era descendiente de iraníes y conocía el urdu- al ver a Saira contenta con la aparición de este muchacho, llegó a decirle: -“A este paso parece que tu admirador quiere pasar al siguiente nivel“-. “¿Y qué significa eso?”- preguntó Saira, quien empezaba a tomar clases de inglés.- “Que te va a invitar a salir, para luego ser tu novio”-.

Saira se sobresaltó, aunque internamente no le disgustaba la idea, un sentimiento de añoranza le hizo recordar a Mohammad, pero enseguida el pensamiento de que aquella vida ya había sido dejada atrás, la hizo olvidar –no sin tristeza- a Mohammad.

En los días siguientes, a Mark le fue permitido el acceso al departamento que ocupaba Saira bajo la supervisión de Elka, quien a su vez llevó a su novio para hacer la velada más agradable y no tan tensa.

Mark cayó muy bien a la pareja de Elka, y Saira no podía ocultar que era feliz con Mark allí.

El gran acontecimiento ocurrió la semana siguiente. Elka acompañó a Saira a la casa de Mark en East Elmhurst cerca del Aeropuerto de La Guardia en New York. La casa de Mark, tenía un gran número de objetos orientales que hacían sentir a Saira mucho más a gusto aún que en su propio departamento. Elka viendo que su protegida estaba cómoda, los dejó solos a los 15 minutos de llegar con el compromiso de que volvería a buscar a Saira en unas 3 horas.

Saira agradecía a Alá esta nueva oportunidad que había tenido, rogaba por sus hermanitos y pedía y deseaba que su tía Anusha hubiera tenido una suerte similar a la de ella.

Los encuentros se siguieron sucediendo hasta que, una noche, Mark invitó a Saira a pasar la noche con él.

Esa noche iba a ser la primer noche que Saira dormiría en la casa de Mark. Con sólo 15 años, pensaba que ya estaba preparada (en su pueblo a esa edad las chicas ya podían haber tenido uno o dos hijos).

  – V –

La policía irrumpió en la casa de 98th Street y 24 Avenue en East Elmhurst. El examen de ADN encontrado en el cuerpo de Amira Al Awadi había coincidido con el ADN de Mark Sellers. El New York Police Department, luego de 4 meses de seguimiento e investigación, al fin había podido dar con “El Sheik”, el asesino serial que mataba a mujeres jóvenes musulmanas.

El cuerpo de Amira Al Awadi había sido el último en aparecer, degollada y previamente violada.

A pesar de las previsiones del agresor para que no se descubriera su identidad genética, pelos color zanahoria habían sido encontrados en el cuerpo de la víctima y coincidían con el ADN de Mark. El FBI había comenzado a seguir a Mark un par de semanas antes; ello, al existir el mismo patrón de actuación con relación a la desaparición de chicas musulmanas en otros estados de la costa este de los Estados Unidos.

Mark había sido el segundo hijo de la familia Sellers. Era un jovencito retraído y ensimismado que sólo tenía pasatiempos como coleccionar muñecos y admiraba con devoción a su hermano mayor. Su hermano mayor, Eric, quien había sido Marine había fallecido en la Guerra del Golfo y -por lo que luego se supo- había sido asesinado por una mujer bomba en un ataque suicida en las afueras de Bagdad.

La familia Sellers había consultado con psicólogos por el retraimiento de Mark luego del fallecimiento de su hermano, así como por el comienzo de una obsesión del mismo con relación al Islam.

Encontraron a Mark en casa con las valijas hechas y a punto de abandonar el lugar que había alquilado semanas antes.

Mark no opuso resistencia. Su rostro reflejaba resignación y transmitía la sensación de que la suerte estaba echada.

Al llegar al jardín posterior de la casa, encontraron tierra recién removida y partes del cadáver de una jovencita recién enterrado.

Evidentemente, “El Sheik” se deshizo de otra de sus chicas nuevamente…..

 

APOLO (cuento corto on line)

APOLO

Darío volvía a su casa, luego de un día agotador. El subterráneo demoraba en llegar a la estación. Al menos allí había algo de calidez para protegerse del frío de esa tarde de invierno. Las caras de cansancio de gente que salía de sus trabajos no eran precisamente las caras que se veían en el cartel que promocionaba una “escapada al caribe” en 12 cuotas con gente bronceada, anteojos de sol y corriendo de la mano por una playa de aguas turquesas y arena blanca como la harina.

Una vez que llegó la formación, Darío contempló el mar de grafittis que cubrían el exterior del vagón que arribaba. Desde su cansancio, sólo pudo pensar: “pendejos de mierda…porqué no se van a pintar….”.

Subió al subte, abarrotado de gente, e intentó no pensar en nada a pesar del infernal ruido del vagón, el chirriar de los frenos, la marea humana que lo rodeaba y tener que estar atento a que un punga no le meta las manos en los bolsillos para robarle el celular.

Iba caminando tratando de no pisar las defecaciones caninas que cubrían la acera y un nuevo malestar lo inundó. No podía mirar hacia el cielo para relajarse.

Todo el día encerrado en esa bendita oficina, compartiendo nueve horas de su vida con gente a la cual no había elegido para compartir tanto tiempo y ni siquiera podía mirar hacia el cielo, ahora que “era libre” para intentar relajarse, dispersarse. No. No podía hacerlo. Tenía que estar atento al suelo, no quería pisar las deposiciones de los perritos del barrio que inundaban las veredas por las cuales tenía que transitar para llegar a su casa esa fría noche de invierno.

Al fin llegó a su casa. Pero esta vez, había algo raro. No parecía su casa.

No. ¿Cómo iba a parecer su casa si no estaba pintada como él la había pintado dos años atrás?

No. El tampoco había elegido estos colores fosforescentes que ahora estallaban desde el frente de su casa y de su puerta.

La puerta estaba toda graffiteada con inscripciones que él no entendía.

Un nuevo problema.

– “Al que sea lo mato. ¡Lo mato!-” gritó Darío desde su indignación.

Su mujer intentó calmarlo. Darío estaba fuera de sí.

– “Te va a hacer mal”.- le decía Susana.

-” Voy a comprarme unas cervezas-” le dijo a su mujer.

-”Esperá, te acompaño-” le respondió Susana intentando que se sienta acompañado.

Darío salió sin campera. La rabia le había hecho olvidar la temperatura. Susana agarró la campera que estaba sobre el sofá cerca de la puerta y salieron.

En la puerta, Darío se encontró con su vecino, mientras Susana seguía caminando.

Sin mediar palabra, su vecino extrajo una pistola y se la mostró. Le dijo: -”si a mi me hacen lo que te hicieron a vos, lo liquido”. Luego agregó con un gesto amenazador. -”Si descubro también quien te hizo esto, olvidate….es historia”.

Darío, a pesar de su alienación, no podía creer la conversación que estaba manteniendo, o en realidad, el monólogo que estaba escuchando.

Luego, trató de recordar lo que le había respondido a su vecino pero, dado lo insólito de la situación, sólo creyó recordar que le había dicho algo parecido a “gracias”.

En eso, y luego de haber dejado a su vecino hablando solo, escuchó que Susana hablaba con alguien.

-”Estás solito? ¿Dónde está tu dueño?”

¿Y ahora que pasa?” pensó Darío…”¿Qué pasa, por Dios?

Se dio vuelta, pero no pudo hacerlo. Una masa negra, maloliente y enorme con cuatro patas se le abalanzó y lo abrazó, dejando su hocico húmedo a la altura de su boca.

-“¡Aghhh!!-” fue la onomatopeya que apenas pudo musitar. Darío no pudo abrir más la boca ya que no quería que una lengua larga de perro callejero entrara hasta su campanilla. -“¡¡¡Dios!!! Qué es esto??”-.

El perro de aproximadamente un metro de alto estaba parado en dos patas con las otras dos apoyadas en el hombre de Darío y compartía con él su penetrante aroma a perro mojado y sucio.

Susana sólo pudo sonreír y apenas alcanzó a decir -“parece que le gustaste…”-.

Darío, tuvo que aclarar sus pensamientos con una ráfaga de lucidez: Susana estaba embarazada, la otra perrita “Clarita” -que habían encontrado en la calle un par de meses atrás-, el escaso tamaño del PH que habitaban los tres –y próximamente los cuatro- pero sobre todo el enorme tamaño del can que ahora se apoyaba sobre sus hombros lo hicieron reaccionar.

“Susana, por Dios! Saquémonos de encima a este animal! No podemos tener otro perro más!!! Y menos con tu embarazo!”-.

Una parejita que se estaba besando en la puerta del Colegio al lado de la casa de Darío y que había dejado de hacerlo para observar el extraño encuentro, les preguntó: -“¿Se lo encontraron?”-.

-“Sí, ¿Lo quieren para Ustedes?”- preguntó rápido Darío.

-“No. No puedo, ya tengo tres de la calle. Mi vieja me va a matar, si llevo otro.”- dijo el jovencito.

– “Y a mi, mi mamá no me deja tener perritos”- dijo su noviecita.

– “Pero, esperá. Te puedo ayudar a encontrarle una casa”-. Y dicho y hecho el jovencito comenzó a teclear en su IPhone y a hacer numerosos llamados.

Darío se olvidó de los grafittis que súbitamente habían cubierto las paredes y la puerta de su casa y de las cervezas. Vio la cara de preocupación de Susana, la energía que gastaba la parejita de jóvenes para intentar ubicar al perrito y no le quedó más remedio que apaciguarse y empezar a buscar por el barrio a ver si alguien quería “adoptar un perrito”.

Un nuevo problema.

Eran las 11 de la noche. Varios vecinos ya habían sido “timbreados” y recibido la visita de una parejita de jóvenes y un muchacho y una muchacha embarazada con un perro enorme y alborotado.

Todos habían dicho que no. No necesitaban otra boca y, menos aún, un cuerpo tan grande con una energía desbordante para alimentar.

El jovencito, de repente, dijo: -“ya se. Tengo una amiga a la que le grafitteo para su local partidario que nos puede guardar el perro por una noche”-. “La amiga” a la cual se refería el jovencito era una líder del Partido Humanista y el local estaba en Villa Adelina, a 24 kilómetros de donde estaban.

Luego del llamado de rigor, tanto el jovencito –Alexis- como Darío partieron en el automóvil de este último hacia Villa Adelina al local del Partido Humanista con el perro en el automóvil, atrás.

El perro, al que la chica del local partidario bautizó “Apolo”, pasó la noche en el local con la condición de que al día siguiente se lo retirara.

El local de tres por tres metros sirvió de techo al can que tuvo, al menos por esa noche, comida balanceada -que aportó Darío- y un tachito con agua.

La mañana siguiente trajo dos grandes sorpresas para Darío.

La primera, que a las 9:30 de la mañana ya estuviera Alexis tocando el timbre de la puerta de su casa para ir a buscar a Apolo a Villa Adelina.

La segunda, que luego de un viaje de cuarenta minutos y al llegar al local partidario, hubiera una comitiva de vecinos pidiendo que se lleven al perro que había ladrado y aullado toda la noche y les había perturbado el sueño, no dejándoles pegar un ojo.

La chica del Partido Humanista llegó para abrir el local, pasando entre la turba, levantó la persiana del local y liberó a Apolo quien salió como cohete y se abalanzó sobre Darío llorando y gimiendo como un chico perdido que de repente ve a su mamá.

Por la velocidad con la que Apolo se subió al auto y con la que arrancó Darío, los vecinos indignados no pudieron increpar ni golpear a los humanos y al cánido que les había provocado esa noche de insomnio.

Un nuevo problema era ahora: “adonde llevamos a Apolo”.

Darío recordó que en algún momento habían sido, junto con Susana, colaboradores de una Protectora de Animales. Sin embargo, la vez que encontraron un perro en una estación de tren y lo quisieron dejar en la Protectora, el perrito fue no fue aceptado por “falta de lugar”.

Darío dijo: -”Vamos a intentarlo. No importa. Vamos con el perro hasta ahí, a ver que me dicen esta vez”-.

En la Protectora, y luego de treinta minutos de charlas y de idas y venidas, Apolo finalmente fue aceptado y pudo encontrar un nuevo techo.

Darío se decidió a comprar algunos souvenirs (comida balanceada, mantitas para perros y otras baratijas más) en agradecimiento a la Protectora que cobijaría a Apolo. Darío se dirigía a la puerta y ya se estaba por ir, luego de efusivos saludos, cuando comenzó el griterío dentro de la Protectora.

– ¿… Y ahora? ¿Qué pasaaaaa?-

Apolo había saltado la protección de la jaula para los animales en cuarentena donde lo habían puesto y corría de un lado a otro alborotando a todos los demás canes, creando un batifondo de ladridos que retumbaba en los caniles estremeciendo no sólo a la Protectora sino a todo el barrio.

Darío no lo podía creer. Cuando parecía que la historia de Apolo comenzaba a llegar a su fin, la Directora de la Protectora le dijo que debía llevarse al animal ya que no iba a haber celda que pudiera contenerlo.

-”Y ahora que hago?“- le preguntó a la Directora mientras con Alexis se miraban descorazonados.

– “Mirá hoy es jueves santo y ya es tarde. El único refugio que te lo puede aceptar hoy está en Florencio Varela. Llevalo ahí, te cobrarán una suma por día y mantenelo en el pensionado hasta que le encuentres una casa”- le dijo la Directora.

Darío y Alexis partieron nuevamente con Apolo. Esta vez hacia Florencio Varela, distante a unos 40 kilómetros.

A Apolo parecían gustarle los viajes, contemplaba el paisaje que bordeaba la ruta 2 como si estuviera acostumbrado a viajar en automóvil y hasta parecía que casi se le dibujaba una sonrisa en su rostro.

Al llegar, ya era de noche, y fueron recibidos por el dueño de la pensión quien, previo cobro de la tarifa, recibió finalmente al perro.

En el camino de regreso, Alexis le explicó los significados de algunos grafittis a Darío y éste le contó lo que le había pasado.

Alexis, le dijo que estaba mal lo que le habían hechos los grafitteros a su pared y a su puerta. Lo correcto era pedir permiso antes de escribir o pintar una pared.

No tienen códigos” le dijo Alexis, sin terminar de creerse lo que le estaba diciendo a Darío. Luego le enseñó que las siglas “BFG’s” significaba “Bajo Flores Grafittis” y otras inscripciones que aparecían en las paredes que para cualquier mortal podrían no tener significado alguno.

Alexis agregó que él trabajaba sólo y que muchas veces le pagaban con restos de pintura que a él le servían para realizar los dibujos que él quería.

Entrando en confianza, Alexis le confió a Darío que el incidente del perro le había venido bien la noche anterior ya que no había tenido dinero para invitar nada a su novia y de paso quedaba como una persona “muy humanitaria” intentando ayudar a un perrito perdido. Los veinte pesos que tenía en esa ocasión en su billetera no alcanzaban para pagar ni siquiera un agua mineral y menos aún comprar un helado o un café.

Darío se acordó de su adolescencia cuando tampoco le abundaba la plata para invitar a las chicas. Recordó cuando la plata que le prestaba su madre sólo alcanzaba para dos helados; siempre y cuando la cita no se repitiera dos días seguidos.

A Darío lo conmovió este recuerdo, y si había algo que perdonarle a este “grafittero”, él se lo perdonaba.

Antes de despedirse, Darío le dio cien pesos a Alexis, que no los quiso aceptar, pero luego de la insistencia de Darío y para no hacer más embarazosa la situación, Alexis tomó el dinero y se lo guardó. Luego se despidió y se bajó del auto en la esquina de su casa donde lo dejó Darío.

Al día siguiente, dos tiros pertubaron la paz de vecindario. Darío se despertó sobresaltado. Gritos, corridas, sirenas y un patrullero llegaban hasta la puerta del vecino.

Darío se levantó, pero la mano de Susana lo frenó.

– “Dónde vas?”-.

– “No escuchás todo el lío que hay afuera?”-.

– “No podés salir así. Hay policías, mirá si mataron a alguien”-.

Darío se soltó de la mano de Susana, se puso una campera arriba del piyamas y abrió lentamente la puerta del frente de su casa.

En estos días, la vida no dejaba sorprenderlo.

En el suelo estaba Alexis, el chico del día anterior, con sangre saliendo de un agujero que tenía en su cráneo y otro chorro de sangre que salía de su estómago. Estaba tirado con una lata de aerosol en la mano.

El vecino de Darío estaba esposado y encapuchado por lo que no podía vérsele el rostro. Un policía estaba llamando por celular mientras realizaba anotaciones y los demás vecinos comenzaban a salir de sus casas y otros peatones filmaban el cuerpo tirado de Alexis con sus celulares.

© Copyright Arnaldo MARTINEZ. Todos los derechos reservados.

 Arnaldo MARTINEZ es abogado (UBA, 1997) y Procurador (CSJN año 1995).  Fue asesor legal, procurador y apoderado legal del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (1997-2015). Es Especialista en asesoramiento empresario (UMSA 2011-2013). Tiene una Certificación de la Universidad de Harvard (USA) en “Justice” (“Justicia”, año 2018), una Diplomatura en Derecho Privado (UAI 2015), una Certificación de la Universidad de Navarra (España) en “Derecho Anglosajón” (“Common Law”) “Life of the Law  (2017), una Certificación de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso en “Negociación y Resolución de Conflictos” (2017), y una certificación en “Historia de la Etica” de la Universidad Carlos III de Madrid (2018).  Asimismo, tiene un Posgrado (Diploma “Cum Laude” con honores) en Relaciones Públicas y Publicidad en la Universidad Isabel I de Burgos (España, año 2017) y una Certificación de la Universidad de Alacant -Alicante, España- en Monetización Web (2017) y otra en Digitalización del Comercio Internacional de esa misma Universidad. Cursando actualmente el MBA en Dirección y Administración de Empresas en la misma Universidad. También tiene una Certificación Universitaria de la Universidad Isabel I de Burgos (España) en Business English Program (2017) .